Junto al río Paraná se encontraba el Club de Pesca Mitre, tenía su viejo y torcido muelle de madera para pescar, cancha de bochas para los abuelos, algunos árboles y césped. Sobretodo había espacio para dejar las cosas sin temor a ser atropellado al agacharse !!...
El club estaba a nivel del río, así que había escaleras para bajar, y alguna vez alguien dijo que existió un ascensor…
La parte que a nosotros nos interesaba era una pared de contención que se levantaba unos 15 metros desde la zona verde del club. Casi toda estaba revocada con cemento, y una parte era de ladrillo vivo, por lo que se intuían vías de regletas y de bolitas de cemento que rebozaba entre los ladrillos. Hasta se podrían hacer fisuras comiendo estos ladrillos con una moladora o a mano!
Cuando me llevaron por primera vez estaban los cuatro de siempre que yo conocía, y unas pocas vías. Éstas eran presas de madera y compradas que se habían atornillado a la pared, y arriba los descuelgues estaban fijados con cable de acero a unas vigas de hierro de esas del tren que salían de la pared. Algunas de las vías eran: Las Galletitas, Misión Imposible, Gram 7ª, El Caño (curiosa escalada entre la pared usando unos enormes agujeros de antiguas vigas y el enorme caño de desagüe y sus anclajes de varillas roscadas que bajaba por el muro), y alguna más.
Arriba había unas canchas de paddle abandonadas, de cuando el furor de las paletas invadió la ciudad. Así que había para escalar, había potencial, y tranquilidad junto al Paraná y sus mosquitos.
La vía Misión Imposible (que luego se quedó en V/+ y la hacíamos en zapatillas comunes y hasta en solo alguna vez hasta la mitad!), yo la subía sudando y la terminaba con estribos apurando al máximo los peldaños, ufff.
Cada sábado estábamos ahí y aparecían nuevas caras y muchos de los alumnos de los cursos de Glauco y Gabriel. Había buen ambiente, con ganas de apretar algunos y otros a matear, y lo importante era que existía un espacio adonde ir y encontrar gente del palo.
Llegados a este punto comienza otra etapa para mí, la de los viajes a Los Gigantes en Córdoba para escalar en roca y la de expandir la palestra con más vías, para lo cual sería de especial importancia el trabajo desinteresado de una de las cordadas más famosas del lugar, Los Gómez.