14 jun 2009

Paso Marconi a Paso del Viento.

Hemos terminado de levantar el muro para protegernos del viento, ahora toca armar las carpas bajo su abrigo. Estamos en el Circo de los Altares y el día es perfecto para este lugar; hielo, sol y nada de viento.
El grupo esta vez lo formamos seis: Juan, Mari Carmen, y Juan Carlos de Madrid, Víctor, Matías y yo de Argentina. Pero nuestra expedición comienza de la siguiente manera.
Noviembre-Dic. de 2008.
Partimos desde El Chaltén para intentar la travesía desde Paso Marconi al Paso del Viento, con raquetas y trineos a través de una porción del Hielo Continental Patagónico.
El primer día caminamos con todo a cuestas por el valle del río Eléctrico hasta llegar a Piedra del Fraile, donde paramos a comer y descansar. El clima está indeciso como es de esperar. A lo lejos ya vemos el Cordón Marconi y sus glaciares, rodeado de nubes. Hacia allí nos dirijimos para remontar hasta el paso y la entrada al Hielo.
El camino a partir de Fraile casi desaparece y avanzamos entre roca, mallines y pedreros bordeando el Lago Eléctrico hasta La playita, nuestro primer campamento.



La Playita.

Por la tarde llueve, por la noche nieva un poco en las cumbres. El Fitz Roy y sus satélites aparecen a la mañana cubiertos de una fina capa blanca, las paredes presentan verglas, hace frío y viento. Decidimos esperar un día a que el clima mejore, esa es al menos la previsión. El sol debería acompañarnos durante los días que pasaremos en el Hielo.
Descansamos y no dejamos de mirar alrededor imaginando lo que veremos cuando ganemos altura.


Fitz Roy y Guillaumet después de la nevadita.

El tercer día salimos temprano y por terreno ya salvaje arribamos al Glaciar Marconi. Con tiento y cuidado entramos al caos de gigantescas grietas, hielo vivo e infinidad de arroyos que corren y se pierden en los sumideros por las entrañas del glaciar.
Hoy serán casi mil metros de desnivel, sobretodo a partir del cambio de pendiente, donde nos encordamos y le metemos pata hasta las rocas que nos servirán de refugio para dormir.
Todos pensamos (aunque nadie lo dice), que pasaría si empezara a soplar el Innombrable aquí (el Viento, aunque nadie lo nombra). Aparece por la tarde, causando inquietud, dudas, luego ya temor…Pero las vistas desde aquí son casi insuperables, Fitz, PierGiorgio, Marconi y todo lo demás. Hoy los ojos son la libertad.


Matías, Mari Carmen y Víctor en el glaciar.


Llegada a Paso Marconi.

Cuarto día. Nos encordamos y ponemos raquetas, preparamos los trineos. Nuestro rumbo es Paso Marconi entrando al hielo hasta el Circo. Bajo un sol abrasador y vistas al infinito campo helado y sus montañas arribamos al circo tras unas seis horas. Marchábamos una hora y hacíamos una parada, por lo que llegamos muy contentos, y cansados. El tiempo es tan bueno que el sol nos va derritiendo el muro, pero no lo recuperamos demasiado ya que esta vez es muy improbable que arrecie el Innombrable.
Vimos todo lo que la vista y la distancia permiten: Volcán Lautaro, Pío XI, Cordón Mariano Moreno, oeste del Marconi y Adelas, y por supuesto estamos acampados debajo de la Oeste del Cerro Torre. Desde aquí el Domo Blanco impresiona, y la Egger muestra su pared que se asemeja a un ciclópeo reloj de arena.



Salida desde Marconi.


Carlos y Víctor se preparan en Paso Marconi.


Marchando por el campo de hielo.


Carpas en el Circo de los Altares.


Circo de los Altares.

El siguiente día seguimos por horas sobre el hielo mientras nos acercamos al punto en donde saldremos para alcanzar la Laguna de los Esquíes.
Hay ocasiones en que se puede llegar sobre tablas, y en el pasado era normal. Esta laguna va y viene, es decir; a veces se forma un gran ojo de agua rodeado de enormes bloques de hielo que incluso flotan en él, otras desaparece casi por completo debido a filtraciones o rompimiento de algún dique.
Decidimos seguir hasta la Laguna Ferrari, antiguo campamento de los de Lecco para su ascensión a la Ferrari del Torre por su cara Oeste en 1975.
Las caras al llegar muestran lo salvaje de este tramo, con las botas pateando rocas arriba y abajo, buscando las pasadas de este año entre el caos de las morrenas. En total fueron unas 7-8 horas de dura jornada. Metros de nieve tapan los lugares de pernocte y lo más cómodo y plano es la costa de la laguna. Fiero lugar para acampar si sopla y/o el clima es malo.
A nosotros esta vez nos acompaña una buena estrella, así que nos acomodamos cerca del agua, ya casi bajo la subida al Paso del Viento.


Esteban.


Laguna Ferrari.


Valle Toro,vistas hacia paso del Viento.

Sexto día. Nadie lo nombra, no está y llegar arriba fue casi de placer. Empezamos a ver el verde de la vida en el Valle del Toro y también el duro trayecto que nos espera bajando hasta alcanzar y cruzar el glaciar Toro Superior. Luego viene la tirolina para poder cruzar el gélido río.
El campamento Toro está protegido entre las últimas lengas que suben por el valle. De nuevo bajo los árboles, rodeados de flores y aromas.
Comimos, la banda se fue a descansar un par de horas y al regresar yo todavía estaba comiendo “para alivianar lo que sobra”. Lo mismo hice en la cena, claro.
Último día y ya nadie teme nombrar al Viento, incluso repetidas veces!. Nos quedan unos 14km hasta el pueblo, vadeando algunos arroyos y por sendero marcado.
En la Loma del Pliegue Tumbado una dosis de realidad muestra lo que el fuego puede hacer para ganar terreno a la naturaleza. Antes de comenzar la bajada vemos el Lago Viedma y la inmensidad de la estepa hacia el Este.


Descanso en la Loma del Pliegue Tumbado.


Mallín de las Carretas.




Bueno, más que cansados nos arrastramos bajando hacia el pueblo bajo un calor insoportable y grupos de caminantes.
Damos por terminada la expedición al Campo de Hielo Continental Sur, siete días en autonomía en una de las regiones más inhóspitas y hermosas de la Tierra.
La sensación de que nos merecemos algo.
Uhmm, cerveza negra.


Salud.