6 feb 2010

G.R.A.M. Escalada en Rosario (2)

Con las zapatillas era más fácil, tomé prestadas unas de mi abuela, esas de andar por casa pero sin taco y con goma en la suela. Esas entrarían en los agujeros que hay entre los ladrillos y en los cantos que estaban picados.
Con el arnés era otro tema. Aunque no sabía nada de escalada era fácil darse cuenta que esto es lo que te sujeta a la cuerda y por lo tanto a la vida, y a seguir con los huesos enteros.
Según Alfredo tenía que comprar unos cuatro metros de las cintas con las que están hechos los cinturones de seguridad de los coches, y llevarlos a un zapatero bueno para que me lo cosa según el modelo Rigalli. Importante que use un tipo de hilo y las costuras de una forma reforzada.

Así que desatendiendo todo esto lo cosí en mi casa con un hilo apropiado y bien reforzado. Consistía en hacer dos loops según la medida de tu muslo, con un espacio entre los dos loops para la entrepierna. Luego cruzarse las cintas en dirección opuesta por detrás de la cintura y al frente hacer un nudo de unión de cinta plana para cerrar el arnés.
Antes de escalar el sábado hicimos la prueba y subiendo un poco me dejé colgar del arnés con un poco de envión, escuchando el sonido de algo que se descose al mismo tiempo. Las costuras se abrieron hasta la mitad…hasta el sábado que viene.
El viejo costurero del barrio se extrañó del pedido e hizo un trabajo excelente. Ya estaba listo.
Poco a poco fui descubriendo las diferentes maneras de subir, trucos y técnicas, dificultad e imposibles.
Siempre me acuerdo de cómo aprendí a que la cuerda no se pisa. Recibo un tatequieto en la nuca y Alfredo que dice: la cuerda NO se pisaaaa. Punto.

Como estábamos en un costado del túnel no había vereda y los autos te pasaban a mil a veinte centímetros. En otro túnel había más vías y algunas eran difíciles y más largas. El descuelgue que poníamos abrazando la baranda de cemento tenía que apoyarse sobre un caño lleno de cables. Éste pasaba en horizontal justo en el borde donde terminaba la escalada para llegar a la reunión.
Alguien trajo conos de tráfico y los poníamos sobre el estrecho espacio de césped junto a la pared.
La gente se paraba, miraba y sacaba fotos, alguno tiraba alguna ocurrencia como “se te cayó la pelota…?”.
Cada sábado aparecían nuevas y antiguas caras, y conocí a dos de los Antiguos, Glauco Muratti y Gabriel Piotto, entre otros.
Ellos daban cursos de Iniciación al Montañismo y de escalada, y estaban titulados en algo que no había escuchado antes: eran guías de montaña.

Un día llegaron dos más, Ariel y ya no me acuerdo del otro…Ellos habían equipado parte del puente, y preguntaron si queríamos ir a otra pared más alta….